6 ago. 2012

insomnio, tos, compasión


De dónde vendrá esa nobleza que atribuimos a los libros; no al contenido sino al objeto, al soporte humilde. No es que el libro sea sagrado, como por caro, por imposible, lo fue en el Renacimiento. Al deteriorar un libro no solo sentimos que estamos profanando algo, sino que estamos agrediendo a alguien. No porque sea una metonimia de su autor, o porque sea los múltiples personajes que sostiene y que lo sostienen.

Es porque los libros son como caballos, resignados y mudos, que cargan con la vanidad y la ambición de sus autores, las miserias de sus personajes, las alegrías que nunca comparten. Los libros son mulas grises que, incluso cuando la obra es una mierda, llevan en silencio la carga que los condena, y bajan por caminos angostos hacia el olvido.